Los humedales: los grandes olvidados en la crisis del cambio climático
Pese a solo cubrir cerca del 6% de la superficie terrestre, el 40% de todas las especies vegetales y animales viven o se reproducen en ellos. A su vez, son uno de los hábitats más amenazados de la Tierra. Alrededor del 85% de los humedales presentes en 1700 se habían perdido en el año 2000.
Por Equipo de Preservar/Agencia.
Este miércoles se celebró el Día Mundial de los Humedales, instancia impulsada por Naciones Unidas como reconocimiento a estos frágiles ecosistemas que contribuyen de forma crucial a la biodiversidad, la mitigación del clima, la disponibilidad de agua dulce y la resiliencia económica.
Los humedales son vitales para el bienestar y la seguridad de los seres humanos. Más de mil millones de personas en todo el mundo dependen de ellos para su subsistencia, aproximadamente una de cada ocho personas en la Tierra.
Sin embargo, también son uno de los hábitats más amenazados de la Tierra. Alrededor del 85% de los humedales presentes en 1700 se habían perdido en el año 2000, muchos de ellos drenados para convertirlos en zonas urbanizadas, agrícolas o para otros usos «productivos». Su desaparición, tres veces más rápida que la de los bosques, supone una amenaza existencial para cientos de miles de especies animales y vegetales.
«Los humedales sanos, que son fundamentales para la mitigación del cambio climático, la adaptación, la biodiversidad y la salud y prosperidad humanas, y dan más de sí en términos de beneficios explicó Leticia Carvalho, coordinadora principal de asuntos marinos y de agua dulce del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.
Carvalho señaló que para garantizar su prestación de servicios se requiere “su priorización, protección, restauración, mejor gestión y seguimiento».
Según el Programa de la ONU los humedales, son los grandes olvidados de la crisis climática.
“Almacenan más carbono que cualquier otro ecosistema, y sólo las turberas almacenan el doble que todos los bosques del mundo. Los ecosistemas de humedales interiores también absorben el exceso de agua y ayudan a prevenir las inundaciones y las sequías, lo que se considera fundamental para ayudar a las comunidades a adaptarse a un clima cambiante”.
Por todo ello, Carvalho afirmó que una de las prioridades del organismo es la protección de los humedales.
«La COP26 empezó a poner de relieve el papel de la financiación y la voluntad política. Es necesario canalizar más de ambos hacia los humedales, consagrarlos en las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional de los países e integrarlos mejor en los planes de desarrollo», añade.
Los humedales también son un aliado clave en nuestra lucha por detener la pérdida de biodiversidad. Más de 140.000 especies descritas -entre ellas el 55% de todos los peces- dependen de los hábitats de agua dulce para su supervivencia. Las especies de agua dulce son importantes para los ecosistemas locales, proporcionan fuentes de alimentos e ingresos a los seres humanos y son clave para el control de las inundaciones y la erosión.
Sin embargo, las especies de los humedales se extinguen más rápidamente que las terrestres o marinas, y casi un tercio de toda la biodiversidad de agua dulce se enfrenta a la extinción debido a las especies invasoras, la contaminación, la pérdida de hábitat y la sobreexplotación.
La buena noticia es que la protección, la gestión sostenible y la restauración de los humedales funcionan. La mejora de la gestión de los humedales aporta beneficios para la salud, la alimentación y la seguridad del agua, algo fundamental para la salud y el sustento de 4000 millones de personas que dependen de los servicios de los humedales, según la Perspectiva Mundial sobre los Humedales. En virtud de la meta seis de los Objetivo de Desarrollo Sostenible, todos los países se han comprometido a proteger y restaurar los humedales para 2030.
Los humedales pueden ser clasificados en cinco tipos, dependiendo de sus características:
Humedales artificiales y construidos
Los humedales artificiales, como los embalses y los estanques de peces, ayudan a enfriar el planeta y a absorber el carbono. Los construidos aprovechan los procesos naturales de depuración de la vegetación, los suelos y los microbios para eliminar los contaminantes de las aguas residuales y, si se diseñan correctamente, pueden servir como puntos de biodiversidad y escalas de migración.
Turberas del Ártico
El área alrededor del Polo Norte alberga casi la mitad del carbono orgánico del suelo del mundo, en gran parte en forma de turba permanentemente congelada. Dado que en el Ártico se registra el mayor ritmo de calentamiento global, el gran temor es que, a medida que se derrita el hielo que las rodea, se degraden y empiecen a emitir masas de dióxido de carbono almacenado, así como metano, lo que podría provocar un punto de inflexión catastrófico en el cambio climático.
Lagos de soda o alcalinos
La mayoría de los humedales interiores son ecosistemas de agua dulce. Los lagos de soda, como el lago Van en Turquía y el lago Bogoria en Kenia, son fuertemente alcalinos y contienen agua no potable, pero proporcionan valiosos servicios ecosistémicos, entre ellos codiciados minerales y enzimas. Estos inusuales hábitats también ofrecen oportunidades de recreo, educación e investigación.
Marismas de agua salada
Las marismas de agua salada o de marea, que se encuentran en las regiones costeras, sobre todo en las latitudes medias y altas, son hábitats importantes para la vida silvestre, la reproducción de peces, el almacenamiento de carbono y la protección de las costas. Sin embargo, también están amenazados: «Dependiendo de la cantidad de aumento del nivel del mar, entre el 20% y el 90% de los actuales humedales costeros podrían desaparecer a finales de siglo», dice el informe del PNUMA ,Hacer las paces con la naturaleza.
Bosques pantanosos de turberas
Los ecosistemas forestales de tierras bajas, o bosques pantanosos, formados en suelos de turba se encuentran principalmente en las islas de Indonesia y Malasia. Muchos de ellos han sido deforestados y desecados para dar paso a las plantaciones de aceite de palma, pero cada vez se reconoce más su valor como puntos calientes de vida silvestre y sumideros de carbono.
Las turberas cubren sólo el 3% de la superficie terrestre y, sin embargo, son nuestro mayor almacén de carbono orgánico terrestre. La protección y restauración de las turberas puede reducir las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero en 800 millones de toneladas al año, lo que equivale a las emisiones anuales de Alemania, según un reciente informe del PNUMA.